CONOCIENDO
NUESTROS ANCESTROS…
En
el río Magdalena, una de las etnias que mantuvo una férrea resistencia a la
conquista española en la zona que corresponde al actual Magdalena Medio fue la
deg los yareguíes, igualmente los que colindaban al sur que eran los pijaos y
los panches. Los yareguíes tuvieron muchas luchas contra los españoles y después
contra los republicanos, con el alto costo de ser aniquilados en la primera
mitad del siglo XX.
PRE-YAREGUÍES EN EL MAGDALENA MEDIO
Los resultados de las investigaciones
antropológicas y arqueológicas sobre la región del Magdalena Medio, han
demostrado que en Barrancabermeja y Yondó, antes de consolidarse la cultura de
los yareguíes, vivieron otras ocupaciones humanas llamadas cazadores
recolectores, que podemos afirmar eran pre-yareguíes; lo corrobora en un
estudio la excavación arqueológica realizada en 1995 en la Ciénaga
del Tigre-Barrancabermeja, donde se halló un fogón con muchos artefactos
líticos dando resultado, con carbono, de 1800 años a. de C.
Estos tipos de poblamientos eran expertos en
la realización de instrumentos en tecnología lítica y para vivir, y sobrevivir
en su entorno, hicieron artefactos líticos tallados como “…puntas de proyectil
o puntas de lanzas, los raspadores plano-convexos, los instrumentos para raspar
y cortar y las hachas o azadas de mano, también conocidas como chopperes,
posiblemente para trabajar la madera o excavar en la tierra. Las rocas que más
usaban eran el cuarzo, la cuarcita y el chert. Era una época en la que los
grupos humanos basaban su subsistencia en la caza, la pesca y la recolección de
productos vegetales.
LA
RESISTENCIA FRENTE A LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA
Antes
de la incursión española esta etnia estuvo organizada social y políticamente
como una sociedad agro alfarera compleja y jerarquizada, a través de nueve cacicazgos
concebidos como unidades políticas autónomas que abarcaban varias aldeas o
comunidades bajo el control de un jefe supremo. A la vez, manejaban el complejo
alimenticio maíz-fríjol, en una agricultura intensiva, que dejaba la
yuca-caza-pesca, como una labor de complemento. Estuvieron ubicados en los
valles y afluentes tributarios de los ríos Lebrija, Sogamoso, Opón, Carare y el
Magdalena en la vertiente occidental de la cordillera Oriental. Al sur
colindaban con los panches, al oriente con los guanes y al noroccidente con los
guamacoes. Según el vocablo Opón-Carare, al río Magdalena lo llamaban
kwinsúmbarijá-id (río Amarillo).
El
primer contacto yareguí-español, ocurrió en octubre de 1536, cuando Gonzalo
Jiménez de Quesada llegó al territorio llamado por los yareguíes “La Tora”, que
el conquistador denominó “Barrancabermeja”, quedando así marcado para la
historia.
Nativos y choza del Bajo Magdalena. Diseño de E. Riou. En
Édouard André, L'Amérique Équinoxiale (Colombie - Equateur - Perou). París,
Librería Hachette, 1869. Colecieon Biblioteca Luis Ángel Arango.
En
este período los españoles llegaron a usurpar el territorio de los yareguíes,
con sus políticas de pacificación y evangelización, para someterlos con el
pretexto de la necesidad de civilizarlos, porque fueron considerados como
salteadores, salvajes, bárbaros y belicosos.
La
actitud bélica de la comunidad yareguí, como respuesta al aniquilamiento
militar por la autoridad colonial, se cristalizó en los años 1600 mediante
incursiones sucesivas contra las caravanas de comercio español por el río
Magdalena.
Dibujo
del cacique Pipatón. Revista Pipatón, noviembre de 1940.
Mapa
del río grande de la Magdalena, desde su desembocadura hasta más arriba de la
ciudad de Mariquita con expresión de gran número de poblaciones y de ríos que
en él desembocan, 1601. Anónimo. Tomado de Acevedo Latorre, Eduardo. Atlas de
mapas antiguos de Colombia, siglos XVI a XIX. Bogotá, Arco, 1989.
Henríquez en esta expedición muestra en
detalle su experiencia en el territorio de La Tora en el que aparece por
primera vez la descripción toponímica del sitio con el nombre de Barranchas
Vermexas o como actual mente se conoce Barrancabermeja.
En
el mapa se observa bien la instalación del Real, que Henríquez fundó,
acompañado de Juan de Campos, en la actual Barrancabermeja: “Y supuesto como
está dicho que las Barrancas Bermejas parten el camino, el dicho Joan de Campos
surgió allí y puso una cruz y en el mismo sitio surgió el dicho oidor y
desembarcó la gente y la tarde que llegó con los soldados yundios y negros de
boga comenzó a desmontar lo que bastó para Ranchearse todos aquella noche.”
La
importancia del hallazgo de este mapa elaborado por Henríquez fue la de
manifestarle a la corona, con toda precisión, cómo era el ámbito geográfico del
territorio de los yareguíes, su desempeño en calidad de oidor en el
cumplimiento del deber, detallando con nitidez cada uno de los nombres de los
ríos, sus pasos y los lugares de las poblaciones hispánicas más representativas
de la época; información que consideraba muy importante para la
penetración, invasión y control del territorio de los yareguíes, en especial
los carares. Se dice que “El mapa es de
este modo un instrumento de contención.
El localizar estos grupos en el mapa es parte
del proceso de su colonización. El mapa opera como panóptico, una mirada que
vigila y controla un territorio. La colonización física (militar) está
precedida por la colonización cartográfica, la cual ya ha inscrito el
territorio diputado dentro del régimen colonial… El mapa del Oidor Luis
Henríquez, por ejemplo, sirve para autorizar la “pacificación” de los Carares.
La resistencia es leída como una violencia ilegitima: son “salteadores”
El
cacique Pipatón fue capturado por segunda vez con algunos miembros de su
familia y sus hijos principales, quienes murieron en la cárcel de Bogotá por enfermedades.Así
la confederación yareguí comenzó su fin.
El 8 de junio de 1616, Juan de Borja dirigió
una carta al capitán Juan de Campos donde señaló que uno de los objetivos
principales era acabar con la guerra abierta contra los indígenas carares y
lograr la felicidad deseada de pacificar a los principales caciques, entre
ellos a Pancherico y Pipatón como puede evidenciarse a continuación:
“baste la complaçençia que yo muestro de la
prisión y justiçia q[[ue]] se a hecho de Pancherico y dezir
como Yo lo siento q[[ue]] este era el prinzipal movedor de la guerra y el
q[[ue]] sea hallado como más Belicoso, moço, y alentado, en todas las muertes,
robos y asaltos q[[ue]] sean hecho en el río y fuera del, y q[[ue]] Pipatón es
un yndio biejo y desgarronado y q[[ue]] su principal astucia y cuydado, solo la
pone En huyr y ponerse en parte donde no pueda ser hallado, El bulgo es de tal
calidad q[[ue]] no admite esto sino que Pipatón ha de ser, El q[[ue]] con su
muerte y prissión a de acavar la guerra”
Indio
salvaje del territorio del Opón, 1887. En Albert Millican, Viajes y aventuras
de un cazador de orquídeas. Londresm, París: Cassel & Compañía Limitada,
1891.
ÉPOCA
REPUBLICANA (1810-1899)
En
esta época comenzó el sistemático proceso de exterminio definitivo contra los
yareguíes. Para ese propósito se combinaron varias estrategias: la expedición
de leyes y ordenanzas para la ejecución de las políticas de “Reducción, Civilización
y Catequización de Indígenas” entre los años de 1866 y 1918, la apertura de la
red de caminos para exportar e importar productos, las visitas de viajeros
europeos con la concepción euro-centrista y humillante hacia los indígenas,
la creación del ferrocarril de la Provincia de Soto hasta el río
Magdalena, la creación de empresas agrícolas y el comercio al Opón.
Campamento
de la comisión Corográfica en Yarumito, provincia de Soto. Acuarela de Carmelo
Fernández, 1850. Lámina de la Comisión Corográfica, 1850 - 1859. Colección
Biblioteca Nacional de Colombia.
Según
los resultados de la investigación de Horacio Rodríguez Plata, se
observa que los supuestos fines “humanitarios” y “civilizadores” de estas leyes
y ordenanzas tuvieron un fin etnocida, por medio del cual la población yareguí
experimentó una sensible reducción entre los años de 1860 y 1925; como se
aprecia en las siguientes cifras: “De unos quince mil que se calcula existían
hacia 1860, bajaron a diez mil en 1880, a cinco mil en 1900, a mil en 1910, a
quinientos en 1920 y a unas dos docenas hacia 1925”.
En
relación con las visitas de viajeros europeos al territorio de los yareguíes,
vale destacar al inglés Albert Millican, quien incursionó en territorio del
Opón hacia 1887. Su interés era buscar orquídeas, pero lo que encontró al
cuarto día de acampar en la región, fue la resistencia de los indios opones. El
resultado del enfrentamiento por medio de la ráfaga de los rifles, fue el
asesinato de algunos indígenas y heridas a varios de ellos: “Tiempo después, un
ruido presuroso en el bosque nos informó que estaban retirándose y llevándose
sus muertos o heridos […] Sin embargo, en un lado encontramos el sendero de los
indios y señales de sangre dejadas por las víctimas de las balas”.
Sin
embargo, dos hombres de Millican lograron inesperadamente capturar a un indio
Opón, que no ofreció resistencia e inclusive fue fotografiado. Su único vestido
era un pedazo pequeño de tela vegetal, atado alrededor de la cintura. Estaba
armado con algunas flechas, una lanza y el arco […] Se negó a recibir la comida
que le ofrecimos. Solo tuve éxito consiguiendo de él una fotografía y se asustó
[…] Nosotros tomamos sus armas y luego lo dejamos volver con sus compañeros. De
un momento a otro saltó como un ciervo y eso fue lo último que vi de los indios
del Opón”
Sin
embargo, el colombo-inglés Malcolm Deas, en relación con la experiencia de las
aventuras y viajes de Millican en el territorio del Opón, omitió los
enfrentamientos que tuvo Millican con los nativos opones, el aventurero inglés
y sus peones dispararon hiriendo y matando a varios indígenas. Debe ser que
estos detalles “criminales” son anécdotas sin importancia, cuando se trata de
exaltar las grandes realizaciones de los viajeros ingleses en la Colombia
decimos crónica.
EXPLORACIÓN
Y EXPLOTACIÓN PETROLERA COMO EXTERMINIO DEFINITIVO
En
1905 se le adjudicó la “Concesión de Mares” a Roberto de Mares (1859–1927) y en
junio de ese año llegó a Barrancabermeja para entrevistarse con el empresario y
ex coronel José Bohórquez Domínguez, con el fin de que le mostrara las fuentes
de petróleo que había encontrado en 1904 en el puerto de Las Infantas. Este lo
llevó por las vertientes de los ríos Opón, Oponcito y La Colorada, hasta la
desembocadura del caño de San Antonio.
En
dicho recorrido De Mares tuvo “presente las espantosas noches de desvelo que
pasó, temiendo los ataques de los indios; pues en esa época aquellas montañas
aún estaban habitadas por tribus de antropófagos, que asaltaban constantemente
a los recolectores de frutos en los bosques”.
En
abril de 1913, el concesionario De Mares envió una carta extensa al ministro de
obras públicas, quejándose de los “indios salvajes y caníbales” debido al
asesinato de algunos de sus amigos trabajadores, pues impedían la tranquilidad
y garantías del comercio de la tagua exportada por el puerto de Barrancabermeja
y Opón:
“[[…]] No culpo a los pobres
trabajadores que buscando el pan diario para llevar a sus hogares, se
aventuran, aun a riesgo de su vida, por aquellos bosques plagados de feroces
indios; [[…]] Si el Gbno. (sic) quisiera prestarnos su apoyo en
este sentido, no pasáramos por la pena, por no decir vergüenza, de tener a tres
(3) leguas del río Magdalena, artería principal de la República, tribus
Salvages y Canivales, (sic) que tan mal hablan de nuestro estado como nación
Civilizada [[…]]”.
Para
el caso de Barrancabermeja, en 1917 durante los primeros trabajos de la
Tropical Oil Company (TROCO), las impresiones de los historiadores George Sweet
Gibb y Evelyn H. Knowlton, en un artículo de la revista The Lamp, titulado
“Civilización en la selva” afirmaron que: “La Concesión De Mares era por
sí misma salvaje –una tierra de temperaturas hirvientes, aguaceros increíbles y
tribus nativas nada amigables
–
[...] Los exploradores no encontraron facilidades de ninguna clase, ni en
Barranca ni en Infantas, de vivienda para el hombre blanco [...]”.
Y
se preguntaron cómo se las “arreglarían con los cazadores de cabezas de la
región, las serpientes venenosas y las boas constrictoras”.
Finalmente,
la exploración y explotación del petróleo no tuvo límites en los territorios de
Barrancabermeja y Carare-Opón porque la TROCO ordenaba exterminar a los últimos
yareguíes que quedaban en estas zonas.
Según
las afirmaciones de Roberto Pineda
Giraldo:
“Los indígenas de esta región sobrevivieron
efectivamente durante mucho tiempo. Resistieron a los españoles y la Colonia,
pero no sobrevivieron a la República”. O como lo afirma el antropólogo Carl
Henrik Langebaek Rueda: “Se confirma lo propuesto por Juan Friede, en el
sentido de que la República fue más perniciosa que la Colonia para el indígena
colombiano.
“Francisco
Emeterio García de la Ossa (1896-1995), comenzó a trabajar en 1918, como
capataz en la TROCO. Los gringos contrataban el personal en Barranca para
trabajar en el corregimiento El Centro […] para avanzar en las labores de
desmonte, abrir caminos, instalar campamentos con el objetivo de levantar los
diferentes Campos Petrolíferos y trabajar en la exploración de los pozos con
tranquilidad, el mayor problema era sacar a los indígenas de sus territorios
[…] Recuerdo que cuando llegué a la zona ya se comentaba que en
las primeras exploraciones (1916-1917) las incursiones y los
enfrentamientos con los indígenas habían sido violentos, a muerte, con armas de
fuego y flechas”.
Entrevista
realizada por Rafael Velásquez Rodríguez a Eduardo Atencia Miranda.
Barrancabermeja: 11 de abril del 2005.
Sobre
los últimos indígenas Carare-Opón, en diciembre de 1944 localizaron solamente
cinco nativos: tres indias y dos indios. Los antropólogos Roberto Pineda
Giraldo (Antioquia 16 de agosto de 1919 – Bogotá 27 de julio del 2008) y Miguel
Fornaguera Pineda (Barcelona 7 de enero de 1920 – Bogotá 7 de mayo de 1984), en
visita de inspección a un cementerio indígena en la zona de La
Cimitarra, a orillas del río Guayabito afluente del Carare lograron recoger 639
palabras, pertenecientes a la lengua Yareguíes de boca de dos nativos:
Mayo-María y Roberto Vargas.
vasija de cerámica hallada en el corregimien to El Llanito, vereda Campo Gala. Barrancabermeja, Santander, 2012. Archivo Ecopetrol
Landaburu,
Jon (Compilador). “Documentos sobre la lengua del Opón-Carare”, en Lenguas
Aborígenes de Colombia, Vol. 2. Santafé de Bogotá, Universidad de los Andes,
1998, pp. 521-553.
“Los
indígenas llamados Carares y Yariguíes ocupantes ancestrales de las tierras de
la llamada Concesión Mares lograron mantenerse como grupo enfrentando las
contingencias de la colonización. Sin embargo, hacia el año de 1950, cuando se
dio la reversión de la Concesión al Estado colombiano, ya no se dieron informes
de la presencia de indígenas en la Región. La única deducción posible a propósito
de este hecho es que en el corto periodo de 20 años, correspondiente a la
presencia de la compañía petrolera en su territorio, los indígenas hubiesen
sido exterminados. Y su desaparición se produjo de forma callada, sin dejar
memoria, al menos de los factores que la determinaron”.
Roldán,
Roque y otros. Minería en territorios indígenas de Colombia, Perú y Venezuela.
Santafé de Bogotá, Alianza del Clima – Onic – Cecoin, Disloque, 1999, p. 42.
Esta información fue tomada del documento del escritor e historiador:
Rafael Antonio; Velásquez Rodríguez
DESPUÉS DE DESTERRAR A
LOS INDÍGENAS
El
señor Gonzalo Jiménez de quesada y el señor Gonzalo Fernández Oviedo en el año 1541 escribieron las primeras
crónicas sobre la región del Magdalena
medio, zona Carare Opón, francisco Núñez explota la margen izquierda sobre el
mismo rio desde el rio la Miel.
Gonzalo Jimenez de Quesada
Gonzalo Fernandez Oviedo
Francisco Nuñez
Vicente Azuero
En
1826 don Vicente Azuero y otros
compañeros organizaron la “compañía
colonizadora del carare” la cual
tenía el compromiso con el gobierno central de colonizar los terrenos entre
puerto carare y Vélez, en ese mismo año se organiza en el Socorro la “compañía de agricultura y comercio en el
opón” cuyo compromiso era fundar
una población y abrir un camino que comunicara Simacota y Puerto Opón, así como
iniciar un proceso de fundación en las montañas del opón.
En
1874, se inicia el contrato para la construcción del ferrocarril de Antioquia
y, toma fuerza el proceso de colonización; en 1904, se estableció una bodega
comercial y los colonos asentaron sus viviendas a las orillas del rio Magdalena
y sus afluentes como es el rio Carare. Algunos proveían la leña que era
utilizada en las calderas de los barcos a vapor.
En
1927, se agiliza el proceso colonizador
de toda la región, se termina la construcción del ferrocarril que
conecta la región de la capital de la república, Santa Marta –Medellín, en1957,
una compañía colombo-alemana construyo la carretera carare opón –las Montoyas
para la explotación de madera esta misma compañía dona la maquinaria pesada y
conjunto con el batallón Cisneros de armenia se abre el 1963 la carretera el
cruce las montoyas a puerto parra a través de una cooperativa de la región.
Puerto
parra que pertenecía al municipio de Vélez, el cual tenia como nombre puerto mula ya que
antes de existir el ferrocarril el único medio de transporte era las mulas no
se conocía otro medio de transporte ya que era muy dificultosa la llegada hasta
el lugar , y se constituyó como municipio el 4 de marzo de 1981 mediante la
ordenanza 2080 y el decreto 470 firmados por el gobernador del departamento,
doctor Alfonso Gómez Gómez y se nombró PUERTO PARRA su nombre se designó haciendo honor al ilustre presidente santandereano
Aquileo parra. Siendo el primer hombre
en empezar la construcción del ferrocarril en esta zona y empezó a construir.
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Alfonso Gomez Gomez ex gobernador de Santander |